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lunes, 25 de enero de 2010

Quizás sea inmortal

Era la noche del 18 de febrero de 1985.
Para esa época, yo tenía unos escasos 21 años de edad.
Era una noche de calor, el ventilador no me saciaba, mi habitación parecía una caldera, y yo no me podía dormir.

Los cigarrillos se me habían acabado, mi cuerpo me pedía nicotina, por eso es que decidí ir al kiosco para calmar mi vicio, y ver si después de volver podía ponerme a leer un libro hasta que me atrape el sueño.

Me cambie, baje los 3 pisos que me separaban de la Planta Baja por el ascensor, el hombre de seguridad del edificio en que vivía, justo esa noche tenia día libre, y como el presupuesto del consorcio era bajo, no ponían a nadie que lo reemplace.

Salí a la calle, no circulaba ningún alma en ella, seguro era por el horario, mi reloj marcaba más de las 03:00 AM, y empecé a caminar hacia mi destino, hacia los cigarrillos.

No hice mas de 16, 17 pasos y siento que una mano me agarra el hombro izquierdo, comencé a sentir frío mi cuerpo, mi piel se puso pálida, me asuste, y volteé lo mas rápido que pude para ver quien me estaba tomando, quien era el de la mano fría que hacia que los 38° de calor se sientan a menos de 0°.

Al completar mi giro veo una sombra negra, sus manos eran de huesos, no tenia ni piel ni carne en su cuerpo, vestía una tunica negra y sus ojos eran oscuros como la noche, el miedo comenzó a ser mas fuerte, mi cuerpo temblaba, no estaba seguro si era por el miedo o por el frío.

Asustado, le pregunto -¿Quién eres?- pero el sujeto no me respondió, yo sabia quien era, aunque no quería creerlo, intente huir, pero me tomo con mas fuerza de uno de mis brazos, no me anime a gritar, empecé a llorar de la desesperación. Era La Muerte y venia a buscarme.

Ella se acerca a mi y empieza a relajar la mano que apretaba mi brazo, me miro fijo a los ojos, yo estaba mas asustado que antes, mi cuerpo no dejaba de sudar y mis ojos lagrimeaban lo suficiente como para mojar mi cuerpo, la mire a los ojos tímidamente y en el momento en que las dos miradas se cruzan, la muerte se acerco mas, y me dijo susurrándome al oído –Te Amo.- al instante ella desapareció.

Mi cuerpo fue recuperando el calor de a poco, la sorpresa, el miedo, el no entender que había ocurrido se mezclaba en mi cabeza.

Me senté en el cordón de la vereda, y me quede paralizado, lo que había vivido no era algo de todos los días hasta ese momento, no quise llamar a nadie para contarle porque me hubiesen dicho que estaba loco, como yo mismo me dije.

No se, todavía sigo sin entender, hoy a mas de 25 años de lo ocurrido sigo asustado, después de esa noche no fume mas, la muerte me visita una ves cada tanto solo para decirme que sigue enamorada de mi, y que no le tenga miedo.

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